29 agosto, 2013

SUSTO

Un amigo que habitualmente sufre estreñimiento me contó la siguiente anécdota que vivió en primera persona.

Estando en un bar le entraron ganas de hacer de cuerpo y como las personas estreñidas no deben desaprovechar nunca las ganas entró en los servicios. Pero le sucedió lo de siempre, estreñido una vez más. Decidido a no salir de allí sin terminar mi amigo cerró los ojos y apretó todo lo que pudo. El esfuerzo fue tal que le dolían hasta las sienes. Cuando abrió los ojos se dio cuenta que no veía nada y pensó que se había quedado ciego. El susto duró dos segundos. La luz del servicio, automática, se había apagado sola.

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