03 junio, 2013

Junio de voces idas

Es la última hora de clase de la mañana. Escribo desde el ordenador del aula de segundo de bachillerato, la del grupo de ciencias. Mis alumnos no están. Ya no tienen clases, están preparando el examen para la Universidad. Sólo con algún profesor vienen algún rato para hacer algún ejercicio o que les de algún consejo de última hora para selectivdad. Es muy extraña la sensación del aula vacía. Transmite calma y también cierta nostalgia. Cuando los alumnos desparecen queda un recuerdo dulce. Se crea la ficción de que de algún modo los quieres y es agradable recordarlos. De algún modo es cierto, te has ocupado de ellos mucho tiempo, les has dado parte de tu vida y sientes hacia ellos sentimientos positivos. Parece que de repente se olvidan los malos ratos -las mil veces que tenías que mandarles atender- y solo queda lo bueno,
El final de curso es algo delicioso. Y está acompañado -a veces- de una cierta nostalgia. Por ejemplo hoy mismo, hace un rato, cuando he abierto la clase y la he encontrado vacía.
Mi padre, amante de la poesía y también profesor, escribió una poesía para expresar esta soledad de junio.
"Junio de voces idas,

de vacantes espacios,

ocio de largas tardes,

cumplimiento y presagio."


Buscando el poema completo que está aquí he releído lo que escribí en junio de 2008. Parece mentira pero es casi lo mismo. Y parece mentira que hayan pasado cinco años.

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