24 enero, 2013

Nostalgia de M.A. (reescrito)

Leer algo sobre el estanque del Retiro en Madrid ha traído a mi memoria la primera vez que monté allí en barca. Era un adolescente y fue cuando pasaba unos días en casa de mis primos que eran madrileños. La tarde anterior había tenido la oportunidad de conocer a una de sus vecinas: Mariángeles. Lo de las barcas fue para poder estar más tiempo con ella. Pese a haber pasado tantos años puedo deciros su nombre porque recuerdo perfectamente su iniciales. Escribí esas dos letras cientos y quizás miles de veces por todos lados en los meses siguientes. M.A. Así fue como me dio por llamarla. No puedo reproducir en mi mente la imagen de su rostro pero sobra decir que era preciosa aunque el único detalle que conservo de ella es que llevaba un pantalón vaquero corto. ¡Qué maravilloso momento el del primer enamoramiento!


Solo vagamente, como he dicho, consigo evocar su rostro pero sí recuerdo su figura junto a la puerta del balcón de mis primos y el sol violento del verano llenándolo todo.

Fue después de ese encuentro cuando mi primo mayor y yo planeamos ir a las barcas y a mí se me ocurrió que podía invitarla si ella no tenía dinero o no se lo quería gastar. Me era inconcebible que un obstáculo tan tonto -el dinero- me impidiera seguir viendo a aquella chica. Más tarde mi prima mayor, feminista, me aleccionaría. “No hay que invitar a las mujeres. Eso es como pagar por estar con ellas. Es como comprarlas”.

El dinero no fue un problema, parece que M.A. estuvo encantada –incluyo pagándoselo ella- en venir con algunos de mis hermanos y mis primos al Retiro. ¿Seríamos siete u ocho? La tarde fue maravillosa. No estoy seguro si lo que cogimos fueron barcas de remos o hidropedales. Quizás fueran estos últimos porque recuerdo que los poníamos paralelos (serían al menos tres) y los más arriesgados nos poníamos de pie y nos agarrábamos de las manos con los de los otros hidropedales mientras estos avanzaban. Creo que aquel fue el único día que pasé con ella, apenas una tarde. Nunca estuvimos un rato a solas pero tengo la seguridad que cogidos de la mano marchamos unidos sobre aquellas barcas gritando a pleno pulmón cuando las barcas se separaban y nosotros nos esforzábamos por mantenerlas unidas. ¿De qué modo afectaría a mis recuerdos si hoy pudiera ver un video de aquellos momentos? ¿Me parecería ridículo?

Desde luego no lo siento como ridículo ahora. Yo era un adolescente y me sentía deslumbrado y pleno ante las promesas de la vida. La promesa tangible de una mujer junto a mí.

Durante mucho tiempo escribí sus iniciales en el encerado de nuestra clase en el Instituto. No recuerdo qué decían mis compañeros –supongo que me daba lo mismo- porque entre clase y clase yo aprovechaba los cinco minutos para llenar todo el encerado con sus dos iniciales en letras mayúsculas. Era el único modo que se me ocurría de evocarla. Como si estuviera gritando mi amor –y esto fuera un deber moral- a los cuatro vientos.

Los meses pasaron y yo tardé mucho en volver por Madrid. En aquellos tiempos cruzaba cartas con mi primo, cartas cuyos sobres llenábamos también por fuera de frases. Seguro que en aquellas cartas -quizás conserve por ahí las de mi primo- responde a mis preguntas por M.A.

Juraría que no volví a ver nunca más a la chica de mis sueños. La vida de los adolescente cambia mucho y en mi siguiente viaje las amistades de mis primos habían cambiado fatalmente.

Mi amor por ella fue tan intenso como pasajero. Puedo decir que las siguientes iniciales que ocuparon el encerado fueron MVV. Respondían al nombre y a los apellidos de una amiga de mi hermana y hoy me cuesta entender ese furor mío por las iniciales. Se llamaba Marisol y recuerdo sus apellidos como si acabara de escribirlos en mi cuaderno de clase. Pero esa fue otra historia.

Hoy, un poco cansado de mi actual vida, he pasado un rato feliz bajo el sol del Retiro en Madrid, viendo sus rayos brillar en el agua, escuchando los gritos de mis primos y sintiendo la mano de M.A. en la mía.

Tengo que reconocer que en lo relativo a las promesas de la vida ésta no me ha defraudado. Al menos en lo que a "una mujer a mi lado" se refiere ha cumplido su promesa con creces. El hecho de que aún siga viendo cada día por la calle promesas eróticas caminando sobre dos piernas no me hace olvidar la realidad de lo cumplido.

¡Solo de lo negado canta el hombre, solo de lo perdido! (dice García Calvo). Es posible que cante de lo perdido (como el post de hoy)  pero vivir, lo que se dice vivir, vivimos de lo afirmado, de lo presente, de lo cumplido. Yo doy gracias por ello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario