18 junio, 2012

LA RECLAMACIÓN DE UNA MADRE

Hace muchos años –unos cuantos- vino una madre por estas fechas a hablar conmigo. Su hija había suspendido la asignatura de historia de la filosofía y ella venía a ver el examen y a pedir cuentas del “insuficiente”. Le expliqué las razones del suspenso de su hija y le enseñé el examen final que si bien no estaba horroroso acumulaba suficientes motivos para estar suspendido.


A su hija le habían quedado otras dos asignaturas y su madre no creía que fuera capaz de aprobar tres en septiembre. Le expliqué que su hija estaba suspensa y le enseñé la programación de la asignatura donde estaban explícitos los criterios que había aplicado para suspenderla.

La madre me insistió y me insistió. Creo que estuvimos una hora de reloj hablando. Ya no recuerdo sus argumentos pero peleaba por su hija con uñas y dientes. Estaba decidida a reclamar al Departamento y luego a la Inspección si esta reclamación no era atendida.

El instituto era muy pequeño de modo que la reclamación ante el Departamento era la reclamación ante mí mismo. Lo lógico era que le dijera a ella lo mismo que diría cuando reclamara al Departamento.

Yo no sé si la pedagogía sirve para algo. En mi caso jugó en contra. Aunque estudié magisterio nunca he tenido claro lo de las programaciones. Todos los años hacía una para el Departamento de Filosofía pero nunca estaba seguro de hacerla bien. Si la madre reclamaba ante el inspector este tendría que estudiar la programación y me pediría cuentas de ella.

Consulté con el jefe de estudios y al final me plegué a la solución más fácil: aprobarla.

En septiembre tenía otros padres, esta vez el matrimonio entero, reclamando el examen de su hijo. Para presionarme, sin nombrarlo expresamente, me dijeron lo que sabían de la otra alumna.

Entonces me di cuenta de mi error. Creí quitarme un problema pero le había abierto la puerta a un montón de ellos. Si en aquel momento cedía las reclamaciones no terminarían nunca.

Luego durante años tuve muchos remordimientos. Tomaba aquel error como si fuera un retrato exacto de mi modo de ser. Yo era aquel tipo que había optado por huir de los problemas en lugar de defender lo que creía correcto. Aquel acto me calificaba y yo era un profesor injusto, aquel profesor que cometió una traición a sus convicciones.



Pasados los años descubrí que no tenía porqué juzgar toda mi persona por un acto concreto. ¿Por qué coger aquel único acto equivocado en lugar de tomar otras muchas situaciones en las que había hecho lo correcto?

Ya me he perdonado a mí mismo por aquello.

Hace 15 días, cuando la madre de un alumno me dijo que iba a reclamar primero al Departamento y luego a Inspección supe que no podía ceder. Fuera como fuera no podía ceder. Aunque tuviera que enfrentarme con un Inspector que me reprochara mi poco rigor haciendo programaciones.


…………………..

Por cierto, el Departamento emitió un informe, estaba vez si contaba con el apoyo de otros compañeros, en el que se explicaban las razones del suspenso.

La madre no quiso continuar su reclamación ante la Inspección.



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