SAVATER RECRIMINADO
Hace ya algunos años, en verano, Savater impartió un curso magistral (llaman así a los que tienen únicamente un ponente) durante una semana en el salón principal del Palacio de la Magdalena, en Santander.
Con no recuerdo qué excusa una de las sesiones del curso se suspendió. Quedó desconvocada la sesión de la tarde y se avisó que la charla de la mañana se haría más larga para compensar la falta. En otra de las charlas Savater nos explicó que no podía haber dialogo posterior con el público porque tenía que ir a firmar ejemplares de su libro a algún sitio.
Tras una de las últimas conferencias, en el momento de las preguntas y el coloquio un hombre hizo la siguiente intervención:
“Creo que los que estamos aquí nos sentimos un poco defraudados. Es como si hubieramos ido al mercado, nos hubieramos comprado un cogote de merluza excelente, una pieza exquisita y cuando llegáramos a casa advirtiéramos que lo que nos vendieron como un kilo sólo eran ochocientos gramos.”
Aquella intervención no estaba hecha con mala intención. Reflejaba un sentimiento común entre el público, al menos entre un sector del público. La gente quería escucharlo el mayor tiempo posible. Nadie estaba allí para conseguir el papel que acreditaba 40 horas. Todos habíamos pagado un matrícula, nos habíamos desplazado a Santander y queríamos sacarle al curso el mayor partido posible.
Savater podía haber hecho muchas cosas. Podía haberle echado la culpa a las circunstancias, a la organización, se podía haber mostrado en parte culpable y haberse disculpado con buenas palabras. Supongo que tenía varias posibilidades. Desde mi punto de vista escogió la peor. Respondió airado y con furia. Respondió duro, despectivo, enfadado de que alguien quisiera pillarlo a él en la más mínima falta. Con la rapidez mental que todos le reconocemos explicó que “él no vendía las clases al peso”, dijo el número de conferencias para las que la Universidad lo había contratado y afirmó que él había cumplido. No aludió para nada a que dos se habían fundido en una y media, ni hizo referencia al recorte que alguna había sufrido.
Lo que quedó claro es que de ningún modo estaba dispuesto a que nadie le pidiera cuentas. Él no tenía que responder ante nadie y menos ante lo que él pensó que era un espontaneo que aunque elogiándolo quería ponerlo en evidencia.
Un sector del público aplaudió la reacción contra la voz discordante. Savater suscita devociones acríticas y la gran mayoría se rendía a sus palabras, como se apreciaba en los coloquios, hasta extremos que producían vergüenza ajena.
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Con no recuerdo qué excusa una de las sesiones del curso se suspendió. Quedó desconvocada la sesión de la tarde y se avisó que la charla de la mañana se haría más larga para compensar la falta. En otra de las charlas Savater nos explicó que no podía haber dialogo posterior con el público porque tenía que ir a firmar ejemplares de su libro a algún sitio.
Tras una de las últimas conferencias, en el momento de las preguntas y el coloquio un hombre hizo la siguiente intervención:
“Creo que los que estamos aquí nos sentimos un poco defraudados. Es como si hubieramos ido al mercado, nos hubieramos comprado un cogote de merluza excelente, una pieza exquisita y cuando llegáramos a casa advirtiéramos que lo que nos vendieron como un kilo sólo eran ochocientos gramos.”
Aquella intervención no estaba hecha con mala intención. Reflejaba un sentimiento común entre el público, al menos entre un sector del público. La gente quería escucharlo el mayor tiempo posible. Nadie estaba allí para conseguir el papel que acreditaba 40 horas. Todos habíamos pagado un matrícula, nos habíamos desplazado a Santander y queríamos sacarle al curso el mayor partido posible.
Savater podía haber hecho muchas cosas. Podía haberle echado la culpa a las circunstancias, a la organización, se podía haber mostrado en parte culpable y haberse disculpado con buenas palabras. Supongo que tenía varias posibilidades. Desde mi punto de vista escogió la peor. Respondió airado y con furia. Respondió duro, despectivo, enfadado de que alguien quisiera pillarlo a él en la más mínima falta. Con la rapidez mental que todos le reconocemos explicó que “él no vendía las clases al peso”, dijo el número de conferencias para las que la Universidad lo había contratado y afirmó que él había cumplido. No aludió para nada a que dos se habían fundido en una y media, ni hizo referencia al recorte que alguna había sufrido.
Lo que quedó claro es que de ningún modo estaba dispuesto a que nadie le pidiera cuentas. Él no tenía que responder ante nadie y menos ante lo que él pensó que era un espontaneo que aunque elogiándolo quería ponerlo en evidencia.
Un sector del público aplaudió la reacción contra la voz discordante. Savater suscita devociones acríticas y la gran mayoría se rendía a sus palabras, como se apreciaba en los coloquios, hasta extremos que producían vergüenza ajena.
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En la conferencia siguiente, durante el coloquio se me pasaron por la cabeza varias intervenciones posibles para apoyar al “discolo” y reprocharle su reacción a Savater. No llegué a hacerlas en el convencimiento de que ninguna resultaría victoriosa. Savater maneja el público como nadie y sin duda habría sabido ponerlo contra mi. Hoy pienso que quizás debí hacerla, aun a sabiendas de que “fracasaría”. A Savater le hubiera hecho mella aunque públicamente fuera un victoria suya. No la hice, lo reconozco, porque mi preocupación no era tanto reparar una injusticia como “brillar”, y contra él estaba convencido que no podía hacerlo.
Bueno, siempre tienes tiempo de agradecerle al Sr. Savater lo mucho que le admiras y sintonizas con sus ideas filosófico-éticas, ahora que ya además de filósofo, conferenciante, profesor y columnista de prensa es POLITICO (se presenta a las elecciones en el partido con su amiga Rosa Díez). Ánimo, a por el escaño, Savater parlamentario ya! (buen eslogán para la próxima concentración anti-PSOE, a realizar antes del 9 Marzo, luego ya va a ser tarde).
ResponderEliminarYo ya sabes que prefiero a Pérez-Reverte, filósofo de la vida y peor escritor sin duda (aunque más directo, y es Académico de la RAE) para pasar el rato, como que Savater no termina de llenarme...
Saludos, Jesús
Eso es muy de pijo moderno: nunca fallan en público.
ResponderEliminarLa última charla que le oí en el Ateneo de Madrid fue mala o requetemala.
Y él no se presenta, Jesús.
Nadie es perfecto, pero creo que Savater ha acertado apoyando a Rosa Díez.
ResponderEliminarEn las conferencias que cita fue poco solidario con sus alumnos y bastante chulillo. Ahora está siendo más que solidario con los ciudadanos, contribuyendo a que nuestras neuronas, sean de izquierdas o de derechas sigan funcionando.
Por cierto, que este blog tambíen contribuye a ello. Gracias.
Quien quiera ver a Savater:
http://es.youtube.com/watch?v=fhL5T1CGDsg&feature=related
Admiro a Savater. Le debo mucho como profesor de filosofía. También como español le debo mucho. Pero eso no quiere decir que no sea crítico con él.
ResponderEliminarDe verdad que le admiro. Pero me parece que lo que se vio allí es un rasgo de su caracter que marca también su filosofía. Pero eso es para el siguiente post.
Una cosa es la persona y otra el personaje. a fin de cuentas somos primates a medio evolucionar.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLa entrada anterior la borré porque hice click dos veces....
ResponderEliminarhepta, que somos primates a medio evolucionar a ti se te nota más. :p
ResponderEliminarNo entiendo lo que quieres decir. ¿Cuál es el personaje y la persona hablando de Savater? ¿Qué tiene que ver con nuestro origen biológico? O te explicas más extensamente o nos quedamos "in albis".
Tu problema fue ser más autocrítico que crítico con Savater. ¡Pues claro que era para brillr! pero lo que no puedes es hacer eso consciente.
ResponderEliminarpipurrax, angel decía que yo mismo me regateo el balón que llevo
ResponderEliminarPersonaje: aquello que perecibimos por los medios de comunicación. Siempre con una sonrisa, a veces irónica, parece alguien amable.
ResponderEliminarPersona: si no ha dormido bien, o tiene resaca o simplemente está de mala leche suelta un exabrupto como hace todo hijo de vecino.
A nuestro origen biológico le atribuyo estos impulsos tan poco racionales de una forma metafórica.
Loia, puede usted ser testigo de un interesante acontecimiento que yo me perderé muy a mi pesar.
ResponderEliminarUn día de marzo se celebrará en el campus de Zorroaga un homenaje a Ferrán Lobo, que quizás sea el único personaje de esa generación de genios que fue capaz de llevarse bien con todos ellos.
Mientras vivió, Lobo fue la unión entre Azúa, Savater, Pin, Echevarría, Arteta, Elorza,etc.
Puede ser un acto único y final. Ver a nuestro beatles juntos probablemente por última vez.