SOY DOS PERSONAS

Una es razonable, bastante educada y orgullosa de ser quien es.
La otra es un loco que vocifera en un volumen muy superior al admisible para imponer sus razones a un interlocutor que no comprende a qué viene tanta furia.
Doctor Jekill y Mister Hide.
Normalmente soy respetuoso, me gusta ponerme en el lugar del otro y muchas veces sé leer los sentimientos ajenos en el rostro o en los gestos. Pero cuando me pongo a debatir sobre un tema y alguien niega convencido aquello de lo que estoy seguro (o creo estarlo) me descompongo.
Como si la fuerza de los argumentos hubiera de guardar proporción directa con el volumen de la voz en la que se defienden me aseguro de mostrarle a mi interlocutor que los míos tienen mucha fuerza.
Y os puedo asegurar que escuchar no sé, pero oírlos los oye.
Durante unos instantes se apodera de mí el espíritu de Gustavo Bueno y me transforma en un Marcos Malo.
Hace pocos años convirtieron en película un comic conocido: el increíble Hulk. Parecía una cosa más bien para niños pero no me la perdí. Ahora sé porqué fui. Yo soy ese hombre. Me entra la santa indignación y me convierto en un energúmeno. Desconozco cual es la raíz del problema. Si un psicoanalista me viese trasmutado en un basilisco discutiendo del matrimonio homosexual pensaría que una negativa tan vehemente sólo puede deberse a una homosexualidad latente o una homofobia no reconocida.

El asunto no es tan fácil. ¿Cuál es el problema si me sucede lo mismo en una reunión de profesores en que se debate y vota la posibilidad una semana exclusivamente para exámenes en el grupo de segundo de bachillerato? ¿Cuál es la razón para alterarme ya desde mi primera intervención antes siquiera de que nadie me haya quitado la razón? ¿Qué me va ni me viene en semejante asunto?

La verdad es que tuve un buen maestro. Mi padre. Su apasionados enfados siempre han sido dignos de mejor causa. Si escucha recitar un poema por la radio y advierte que el locutor ha metido una sílaba más rompiendo así la métrica del verso....para qué os quiero contar. Se sube por las paredes rabiando de que exista gente tan ignorante en el mundo, escribe una carta al periódico y se sopesa la posibilidad de dirigir otra a su Majestad el Rey por si éste pudiera hacer algo.
Es tremendo. Otro ejemplo. ¿Cómo le puede disgustar tanto a una persona que un periodista utilice la palabra “honesto” como sinónimo de “honrado”? Para mi padre es “casus belli”.

Hablar de mi padre me produce una sonrisa. De lo que quería hablaros son de los remordimientos y de lo mal que lo paso cuando me pongo como me pongo. En fin. Me siento muy triste tras semejantes episodios. Como un mutante que usa sus poderes pierdo toda mi energía después de la transfiguración. Me prometo que no volverá a ocurrir. Algunas veces consigo controlarme. Pero no es fácil.