26 abril, 2007

DIARIO DE UN GIMNASIO 3

Estoy corriendo sobre una cinta rodante. Si os digo que delante de mí y a mi derecha tengo a una indeseable y justo delante a una bellísima persona puedo induciros a error. Podía parecer una valoración moral. No hay que ser cruel y yo no lo soy, pero una es un antídoto contra la lujuria y la otra está estupenda. “Estupenda”. ¡Qué palabra tan antigua para referirse a una mujer! La usaba mi padre hace muchos años.
Voy a ser sincero. A la hora de escoger esposa, yo me fié de “La bella y la bestia” y estoy muy contento. La auténtica belleza reside en el interior. Pero cuando voy al gimnasio sigo otro criterio y me centro en la contemplación de esa belleza que se capta a simple vista. En la media hora de ejercicio no hay tiempo para test de inteligencia. Ni su constitución moral, ni su simpatía me importan, nunca hablo con ellas. En el gimnasio voy a lo que voy. Quiero decir que a eso voy. Y seguro que la belleza exterior tendrá sus inconvenientes, que no lo niego, pero su ventaja está clara: no hay doblez. Lo superficial no engaña. Si después de examinada con atención te parece que está buena es que está buena.

Ya os he dicho que veo dos mujeres haciendo ejercicio. Como mi atención no es omniabarcante, decido (sin que la elección me lleve mucho esfuerzo) centrarme en la observación de la guapa.

Describirla sobra. No voy a decir aquello de que “no tengo palabras”. Es un tópico. En todo caso diría lo de Cernuda, sin citarlo: Es locura querer expresar lo inexpresable. Qué bonito Cernuda.

¿Cómo hacer para que os hagáis una idea de lo que estoy viendo? ¿Acaso se puede describir a un ángel? Se puede. Podrá uno quedarse corto, pero si no lo intentas eres un cobarde. Aunque ya os he dicho que no voy a hacerlo. Sólo señalar que en este momento ella lo es todo para mí. O mejor dicho, desearía que fuera toda para mí.

Nunca he comprendido eso de desnudar con la mirada. ¡Como si no bastara con lo que se ve! Los hipersexuales no necesitamos más.

Examino sus brazos, sus hombros, y parte de sus omóplatos, todo ello completamente desnudo. ¡Que fuerte! La camiseta que viste deja ver uno de los tirantes del sujetador. Es uno únicamente y de color diferente al de su ropa. Resoplo. Es llamativa sobre la blancura de su piel esa asimetría diabólica. Dicen que toda asimetría lo es. Y a mí me lo parece. No lo sé, en todo caso, no puedo imaginar a una santa, Teresa de Ávila por ejemplo, enseñando sólo un los tirantes de su sujetador.

Los hombres de mi generación, hace ya años, cuando conseguíamos ver algo de la ropa interior de una mujer, aunque fuera el broche de un sostén (la palabra también es de mi tiempo) nos poníamos “cachondos”. Esta última palabra se utiliza más, en la actualidad, con otro significado. Hoy me explico “antiguo”. Repito. La ropa íntima (esto es lenguaje publicitario) en los tiempos que corren es más exterior que ninguna, pero otrora era un estímulo sexual muy valorado entre los que estudiábamos ventanas indiscretas, vigilábamos cruces de piernas y espiábamos escotes. Ver un centímetro de la piel habitualmente oculta de una mujer era excitante pero si aparecía el blanco del algodón, aunque fueran milímetros, aquello constituía un triunfo que podía llevar al paroxismo.
A mí no se me termina de pasar esa obsesión de juventud. Aunque reconozco que la tengo ya muy adormecida con la edad y la proliferación de tanto reclamo erótico a diestro y siniestro. Hace tiempo estuvo de moda un tipo de construcción que llamaban de ladrillo visto. Hoy abundan indumentarias que igualmente podríamos calificar de “tanga visto”. Lo poco agrada y lo mucho termina por cansar. Aunque como os digo una cosa os digo la otra: a nadie le amarga un dulce y nunca es mal año por mucho trigo.

Pero volviendo a donde estábamos, la joven que es objeto de mi examen lleva una malla muy ceñida. No puede estar más ceñida. Sin necesidad de rayos X se adivina un tanga debajo. Lo cual me parece muy bien. Más higiénico que no llevar nada.

Tengo mucho calor y estoy sudando. Lo atribuyo a la media hora que llevo corriendo. ¿Se os ocurre otra razón? Suelo ducharme en casa, pero hoy opto por hacerlo en el gimnasio. Escojo agua fría. Me siento como los macarrones cuando los metes bajo el grifo para cortar el hervor. También conmigo funciona.
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PD. Si alguien no leyó el gimnasio 1 y gimnasio 2 y le interesa, puede buscarlo en el 16 de abril y el 15 de marzo de
www.marcosroman.blogspot.com

4 comentarios:

  1. "Sostén" está pasado de moda y hoy se utiliza mucho más sujetador. De todas formas y por aquello de que el lenguaje está vivo yo creo que la cosa acabará en "sujetadós" que es mucho más clara.
    De jovencitos mis amigos y yo jugábamos al fútbol pero también lo hacíamos con el lenguaje. Me acuerdo de que a los guantes les decíamos "guanteletas". Un día, animados por uno que jugaba de guardameta, fuimos a un escaparate a ver unas "guanteletas" de portero que le iba a regalar su madre. En el escaparate ni una prenda deportiva, sólo sujetadores. Alguien dijo: ¿Y no será que te van a regalar un "aguantatetas"?

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  2. eres un perfecto idiota.

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  3. á, cuando se lee tu blog y tus conversaciones con Raquel pareces una persona educada y con alto grado de refinamiento. ¿A cuento de qué viene tu insulto?

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  4. á: como vuelvas a insultar a mi colega, te gripo el ordenador: palabra de electroduende

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