11 abril, 2018

Respondiendo a los comentarios en la entrada de "Solenoide"


En Dictamen sobre Dios (pg. 10), que Pseudópodo leyó y parece que no ha olvidado, Jose Antonio Marina explica que la religión ve en las cosas algo más de lo que las cosas parecen.

Lo primero que sentimos al introducirnos en esta selva religiosa es que entramos en un mundo donde las cosas no son lo que parecen. Todas se han vuelto significativas, simbólicas. La percepción, que siempre va más allá de lo dado y completa con la memoria lo que recibe, ahora da saltos de siete leguas. Convierte la realidad en símbolo de otra realidad, lejana y fuerte. La etimología de la palabra símbolo nos da una clave de este modo sorprendente de entender las cosas. El símbolo era una contraseña, una moneda partida que servía para que el poseedor de una mitad reconociera al desconocido poseedor de la mitad restante. La inteligencia, al convertir la realidad en símbolo, afirma un postulado chocante. Lo que vemos es solo la mitad de lo que hay. Lo visible es la llave de lo invisible, que a la vez revelará el verdadero significado de las apariencias.

 En Manzanas robadas de Miguel d'Ors hay varios poemas que tratan este asunto. Copio hoy uno que tiene algo de paradójico pero que repite esta idea.

QUE NO TE ENGAÑE LA VERDAD.

Miro cómo esta rosa, ayer tan fresca, 
se doblega, se apaga y se deshoja
en el silencio del atardecer
como en aquel poema de Ada Negri. 
Imposible no ver en ella un símbolo. 

Miro correr el Lérez
bajo el Puente del Burgo y el Puente de la Barca
y algo dentro de mí se da por aludido. 

"La realidad -medito-
siempre tiene segundas intenciones. 
Cada cosa del mundo es ella misma 
y algo más: un mensaje. 
Cuando sientas llegar la primavera
pregúntate qué está llegando en ella; 
si ves la luna no te conformes con la luna;
en cada voz escucha eso que no 
dice. Que no te engañe la verdad". 

Hay algo de todo esto en Solenoide aunque el autor no lo plantee de un modo explicitamente religioso.

Y parece que d'Ors hubiera hecho este otro poema para responder a Antonio.

HAY MUCHOS

Sentir en lo profundo del alma esta certeza
de que el verde que vuelve cada abril a las ramas
de los castaños es una respuesta, 
y otra la hoja amarilla que se lleva el arroyo, 
y la nube que apaga el sol por un momento, 
y pasa, y se disuelve, y no deja memoria, 
y el canto inopinado de un pájaro en la noche...

Sentir que tantas cosas entre las que transcurren las vidas de los hombres
son respuestas que llegan
desde el ardiente reino del Misterio, 
y que no obstante hay muchos que no tienen 
preguntas para ellas. 

1 comentario:

  1. Sí leí Dictamen sobre Dios, y había olvidado ese párrafo, pero por lo que se ve no la idea. Aunque creo que también lo decía el propio Ratzinger en “Introducción al cristianismo”. El caso es que creo que la base de la religión es esa idea de que la realidad no es suficiente (más que otras explicaciones más pedestres y más tópicas, que quieren que sea una superstición, un intento de protegerse de miedos primitivos, de conjurar a la muerte, etc…).

    Están muy bien los dos poemas de d’Ors, esta Semana Santa lo busqué en la biblioteca pero no tenían nada suyo (sí de Sánchez Rosillo, que me gustó, pero sin mucho entusiasmo, me pareció un poco monotemático, siempre con la nostalgia). El segundo es una buena respuesta a Antonio, sí, me recuerda a lo que decía Blake (creo) de aquellos para los que “un sauce al borde del camino era un sauce y nada más”. Yo creo que en realidad así es la mayoría de la gente, y la prueba es que no hay tantos que tengan “oído filosófico”. ¿A cuánta gente le fascinará “Solenoide”? Creo que a no tanta gente, y voy a aventurar algo políticamente incorrecto: creo que a más hombres que mujeres. Las mujeres (con todas las excepciones del mundo, por supuesto) suelen tener más los pies en la tierra que los hombres.

    Por cierto, ya he pasado de las 10 páginas de ¡socorro! pero creo que lo significativo es que son 2719 socorros… hay mucha numerología en este libro ;-)

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