Como a un niño.
Una de las grandes servidumbres de tener un perro es la
obligación de recoger del suelo con una bolsa de plástico las cacas que deja en
la calle y por fuerte que sea la bolsa el asunto no puede ser placentero. Trapiello
lo cuenta con gracia en uno de sus diarios. “Esa no la recogeré yo”, pensó
cuando vio la de un perro ajeno al día siguiente de haber llevado, por fin, al suyo de Madrid a su finca extremeña.
Los que tenemos gatos hemos de limpiar el arenero pero al menos
usamos una pala y en ningún momento obligamos a nuestros dedos a percibir la
textura y consistencia de las heces del animalito. Las cacas de gatos huelen
fatal, pero otra cosita es no tener que tocarlas, aunque sea con plástico interpuesto.
El asunto es que uno de mis gatos mea algunos días fuera del
tiesto. Y no me refiero a que algo de orín se escape del arenero cuando lo
hace, no. Lo que sucede es que por no sabemos qué misterio el gatito, el más
joven, quiere marcar su territorio, o está estresado o lo que sea y nos echa
una meada en la entrada de casa de vez en cuando. Otras veces en mi despacho,
bajo la mesa. Una vez, allí debajo y sobre la mochila donde llevo los libros a
clase. Pero donde prefiere es en la entrada.
Hemos intentado varias soluciones. Determinar si tenía
infección de orina, cerrar la entrada con una especie de verja, rociar la zona con un
ambientador de fenomonas felinas …
Nada ha dado resultado. Hay temporadas en blanco, pero otras
salimos a meada diaria.
La úlltima estrategia que de momento funciona es poner a mear al
gato. Como se hace con los niños cuando están aprendiendo a controlar los
esfínteres. Cada cuatro o cinco horas lo llevo al arenero, lo coloco sobre la arena y lo hace nada más tocar tierra.
Por la noche lo encierro en nuestro dormitorio. Nunca lo ha
hecho allí y creemos que si quisiera salir maullaría. De momento la cosa funciona. Cuando me despierto a las tres o cuatro horas de
acostarme, me levanto y lo llevo a hacer pis. Y a las siete y media cuando me
levanto lo mismo. Aún no sé si aguanta toda la noche sin aliviarse, por
eso me curo en salud.
Llevo así una semana y mi hijo me ha dicho hoy que un gato vive a veces veinte años y
que no sabe si voy a aguantar.
De momento prefiero eso a tener que recoger del suelo con
papel de cocina la orina y frotar luego con vinagre el sitio para que no
quede el olor.
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