Grupo de meditación de los jueves.
Estuve el jueves en el grupo de meditación del que os hablé.
La encargada, Laly Jubany, pocos minutos antes de empezar, cuando supo que yo
me había iniciado en un retiro de Los
amigos del desierto, me explicó que ellos siguen las indicaciones de Javier
Melloni, pero que ambos, d’Ors y Melloni, siguen las de Frank Jalics y que por
tanto conocía lo esencial aunque la dinámica externa fuera un poco diferente.
El lugar es una iglesia pequeña y acogedora, en la que yo
nunca había entrado antes, que está todo el tiempo en penumbra y que
llamativamente tiene las baldosas del suelo calientes.
Los que meditan, todos
pasan de los 40, son veinte o venticinco personas sentadas en un círculo, algunos
en bancos y otros en banquitos. En el centro, en el suelo, hay un gran cirio
colocado dentro de un cántaro tumbado y con el vientre abierto que reposa sobre
una hermosa tela arrugada. Ese centro de mesa (llamémoslo así) funciona como
altar. En mi retiro lo que había era una planta central, tres velas y tres
iconos. Al final, nos entregaron en cartón, a cada uno un icono para que con
una vela pudiéramos montar nuestro propio altar portátil en casa. El icono creo
que se remonta al siglo XIII y representa la Trinidad: la unidad en la
diversidad.
El jueves empezamos con un canto que dice algo así como “Padre,
me abandono a ti”.
Tras venticinco minutos de silencio, un paseo lento en
círculo, hasta volver a nuestro lugar, sirve para descansar de la quietud y
continuar con otros venticinco minutos de meditación. En torno a una hora dura todo
el acto. Se termina con una reverencia conjunta al altar.
En el retiro de Robledillo de la Vera comenzábamos con una
reverencia al centro-altar y al banquito en el que cada uno meditaba, luego
rezábamos la Secuencia de Pentecostés
y acabamos con La oración del abandono tras
los 25 minutos de meditación. También hacíamos otra reverencia al final.
El jueves, tras terminar, quedaron para las 10 de la mañana del sábado los
que fueran hacer el retiro (a lo mejor hacen un retiro de fin de semana cada
mes), y dieron indicaciones de que los banquitos se metieran en unas bolsas,
porque había que llevarlos ese día, en lugar de dejarlos donde los colocan
habitualmente. Ayudé a meter el que yo había usado en una bolsa, me calcé y me
despedí hasta el jueves siguiente sin hablar con nadie más.
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