¿Qué vienen los rojos?
Son las ocho de la tarde, las 8:22, pero no quiero enterarme
de nada hasta que no haya resultados más o menos definitivos. Esperaré hasta
que salga la Vicepresidenta. Con la música puesta en mi habitación para no
escuchar la TV que mi mujer y mi hijo están oyendo. (Mi hija está en Dublín,
vuelve dentro de cuatro días.)
Mi hijo está descargando los últimos capítulos de Juego de
Tronos y los veremos ahora juntos, para aguantar sin impaciencia a que llegue
la hora de los resultados definitivos.
Algunos de mis amigos de Arenas votan Unidos Podemos. Y a una
de ellas le gusta llamarse roja a sí misma.
Le digo que las palabras las carga el diablo. Los rojos
fueron uno los dos bandos de la guerra. ¿Es ella uno de aquellos? ¿Qué soy yo
entonces? ¿Nacional? ¿Facha?
La palabra roja no le hace justicia a mi amiga, porque la
sociedad española actual es otra completamente diferente y las dos Españas (si
realmente fueron solo dos) no existen hoy. No es bueno que alguien se sienta heredero de
los bandos fratricidas. A no ser que lo que se quiera es revivir aquellos
tiempos y aquella guerra.
El lenguaje no es inocente. Las palabras con las que
describimos la realidad contribuyen a crearla. Las palabras las carga el
diablo.
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