16 enero, 2016

DOS GATOS DIFERENTES.

Nos maravillamos en casa del distinto modo de ser de nuestros gatos. No quiero usar la palabra personalidad porque el lenguaje parece inocente pero no lo es. ¡Qué diferentes son uno de otro!

Cuando explico la formación de los conceptos a mis alumnos, les explico que si un solo extraterrestre viniera a la tierra no podríamos saber como son, porque hacen falta varios individuos para hacer el proceso de abstracción, prescindir de lo individual y quedarnos con lo común. Sin embargo, tras medio año con un solo gato creí haberme formado un concepto fidedigno de como eran estos.

Nada que ver uno con otro.

El primero que llegó a casa, el que el veterinario conoce como Borges, pero al que nosotros llamamos Conejito, el grande o el gordo, es mucho más tranquilo que el otro.

Zepán es mucho más independiente, nos busca mucho menos, y sin embargo cuando lo coges es más dócil a las caricias y más resignado a quedarse en tu regazo si así lo quieres. Es más ágil y más rápido. Come son ansia, suponemos que como resultado del hambre que pasó antes de que lo rescatáramos al lado de un río. Y si ambos tuvieran que competir por una comida escasa el que terminaría en los huesos sería el grande.

A Zepán mi hija también lo llama minicat o minigato. Nombre que ya no le cuadra porque aunque es más jóven y era más chiquitito al principio ahora están los dos iguales, o casi mayor el más joven.
También nosotros cuando hablamos de él seguimos llamándole el pequeño y me parece que así será siempre.

El grande casi solo bebe agua cuando se la ofreces directamente. Zepán sin embargo bebe a todas horas. Por lo que he leído este último es el raro en ese aspecto.

Conejito peina al pequeño con su lengua a todas horas. Y este no le corresponde nunca. Una vez que lo hizo nos llamó mucho la atención porque lo hacía rápido, con ansia, con la misma urgencia con la que come.

Conejito, tras un paréntesis en los primeros en que llegó Zepán, sigue viniendo a mi cama cuando le abro la puerta del cuarto por las mañanas. Ronronea menos pero aún me regala buenos ratos sobre mi pecho.

Quizás mucha de la felicidad que me dan es porque aún no tengo una idea consolidada de ellos. Aún son vida en estado puro, vida sin categorías que la encierren y la hagan previsible. Vida viva, sin ideas.


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