Otro gato que tampoco...
Todos en casa especulamos sobre “la personalidad” diferente
de los dos gatos. Pese a su nombre de ansiolítico, Zepán es mucho menos
tranquilo que Conejito. Zepán es juguetón, inquieto y muy ágil. Es lógico,
tiene seis meses. Se sabe porque acaba de cambiar sus dientes de leche por los
definitivos. A su agilidad le ayuda su poco peso. Un inglés diría que Conejito
esta “a bit overweith”. Un español no se andaría con diplomacias. Está gordo.
Y eso que Zepán come con ansia. Suponemos que es una
costumbre de sus primeros meses de vida, en los que debió pasar hambre de
verdad, si juzgamos por su delgadez cuando lo encontramos. Mientras Conejito mira
con perplejidad la rapidez con la que el pequeño se abalanza sobre el plato y su vehemencia para comer, yo imagino un diálogo entre ambos.
El primero dice “¿para qué tantas prisas, muchacho?”. El
segundo responde como los abuelos de antes. “Si tú hubieras vivido la guerra…”
……………………………..
Hace dos días esterilizamos a Zepan. ¿Mejor decir capamos? ¿Castramos?
Las palabras tienen connotaciones. Esterilizar suena más médico y aséptico. Capar
evoca lo que les hacen a los cerdos; sin anestesia, según me cuentan. Ningún dueño quiere pensar en la mutilación de su mascota de ese modo.
“He tenido tres maestros Zen, todos gatos” decía alguien.
¿Estarían capados? Los gatos budistas lo tienen más fácil. El deseo se lo quita
un veterinario con un bisturí. Quedan las ganas de comer y de dormir. Pecata
minuta.
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