26 marzo, 2015

Sin parar en todo el día.

Hoy era el penúltimo día de clase. La felicidad me ha dominado toda la semana, y a la vez una cierta ansiedad, que nace de querer vivir mi vida al máximo.

Ha sido un día intenso. Cuatro clases y un hueco. Y tras ellas hablé con la madre de una alumna, decepcionada tras sus pobres resultados en el segundo trimestre.

Como con mi hijo que me cuenta las últimas noticias del accidente de avión.

Tras dormir la siesta me voy en bici al psiquiatra. Son las cinco. Hace unos meses no daba importancia a haber perdido el deseo sexual debido al Escitalopram, pero le explico que ahora, que me encuentro bien, me gustaría recuperarlo. Me baja de 10 a 5. Le pregunto si subo el Lorazepam para compensar. Me alegra que diga que no. Si esta bajada no arregla el desarreglo cambiaremos de antidepresivo. Me temo que no hay antidepresivos que eviten este efecto secundario, pero ya veremos.

Salgo corriendo hacia el claustro que empezaba precisamente a las cinco. Esta fue la razón por la que cogí la bici, para poder llegar con el menor retraso posible. No es más aburrido que otros, ni tampoco menos. Al final la encargada de extraescolares pide gente que quiera ir a EEUU con un grupo de diez y seis alumnos, en septiembre de este año, antes de que empiece el nuevo curso. Me ofrezco sin consultarlo con mi mujer.

Deprisa y corriendo tomo una caña con cuatro compañeras muy simpáticas. Una de ellas me reprocha lo que colgué en el tablón de anuncios esta mañana. Lo que colgué ayer aquí. Me dejó un sabor amargo colgarlo. Como si no fuera lícito hacer bromas con ciertos temas, y eso es lo que me reprocha ella. Sin embargo otro compañero  –a quien tengo por muy listo- por la mañana me había alabado lo escrito y cuando mostré mi temor de no actuar bien me aseguró que no estaba justificado.

Con la bici, otra vez a la carrera, llego veinte minutos tarde a mi clase de inglés, que empezaba a las siete. Me toca con un compañero con el que no había charlado en inglés antes. Al terminar, a las nueve menos cuarto, espero que termine su clase la profesora de otro grupo. Es la madre de un alumno y he quedado allí mismo con ella para comentar las notas de este en la segunda evaluación. Son buenas pero todos los profesores dicen que podría estudiar más. Pero lo más interesante me lo encuentro tras esta pequeña charla. Dos compañeras se han entretenido hablando a la puerta y pego la hebra con ellas, con mi bici en la mano. Una de ellas es extremeña y derrocha buen rollo. Da clase en la universidad. Es oceanógrafa. Es una pena que este año no hagamos descanso entre una hora y otra. Hace dos años esos diez minutos entre clases eran un rato feliz para mí que se me da bien hacer bromas con los compañeros y charlar con unos y otros.


Ya tumbado en la cama redacto esto, feliz. Mañana comienzan mis vacaciones y el sábado cambian la hora. Los días serán más largos y pronto podré corregir exámenes en el parque de los jesuitas, viendo el final del curso cerca. La primavera en otros tiempos me hundía en la depresión. En estos es una bendición. 

2 comentarios:

  1. Percibo en tus textos una tentación de abismo al abordar temas límite que creo, sin duda, te deben sumir luego en dudas sobre si has escrito lo apropiado. Tal vez por eso luego te asalta la angustia sobre si has excedido la frontera de algún paradigma social o personal. Fue el texto sobre tu madre. Un texto que no puedo calificar sino como extraño, difícilmente clasificable y de compleja interpretación. Hoy nos vuelves a hablar del deseo inhibido por las pastillas, algo de lo que nadie habla. A la vez nos comunicas tus buenas vibraciones ante la primavera, ante tu compañera ... y lo conectas tal vez con las pastillas de la felicidad puesto que antes te hundían en la depresión mientras que ahora te hacen disfrutar del presente, ese presente que algunos elogian como necesario y fundamental para el hombre feliz. Sin duda si los seres humanos que conozco aquí y allí abrieran su mente -lo que creen que es su mente, tal como lo haces tú, sería algo que no sé cómo calificar. ¿Nos ayudaría a entendernos mejor el revelar UNA PARTE de nuestra psique? ¿Una parte que se suele velar con toda intención?¿Alguien escribiría que alguna vez ha sentido deseo de una fantasía semejante a la que ha realizado Andreas Lubitz al estrellar un avión? ¿Hasta qué punto la depresión no debería ser una causa de exclusión del sistema educativo como lo debería ser del pilotaje de vuelos? No sé cómo calificar tu espacio. Probablemente para ti es terapéutico al dar salida a un caudal del mundo interior (una parte, reitero: otra sigue velada) complejo que depende del soma para subsistir. Nos hemos hecho a las pastillas. Ellas crean un espacio diferente al que podían dar cabida escritores y escribanos de otro tiempo que no contaban con Escitalopram o semejantes. ¿Podríamos hablar de "crónicas sistemáticas de una mente depresiva liberada por la química de sus abismos"? No deja de ser un ejercicio de lectura diferente, extraño. Te acabo de leer pero antes he leído otro artículo en EL MUNDO de un periodista que suelo leer precisamente por lo mismo. Me refiero a SALVADOR SOSTRES, un gachó inclasificable, mezcla de reaccionario total sin pudor a la hora de mostrar su interpretación de la realidad pero que tiene gracia precisamente por su impudor. Yo siempre lo busco y me relamo al pensar en la cara que pondrían la mayoría de opinantes que publican en FB que son "progres perfectos" sin un solo defecto en su interpretación tópica e impersonal del mundo. Y es que si hay algo que me produce un íntimo estremecimiento de sopor (si es que esto existe) es el progre de salón, sin contradicciones, que sabe en todo momento qué debe pensar, que sabe dividir el mundo en entidades perfectamente delimitadas entre la verdad y la conjura reaccionaria. En fin, no me extraña que tengas pocos comentarios. Tu espacio es difícilmente definible y eso espanta a la gente que debe saber claramente si lo que lee pertenece a su tribu, a su interpretación del mundo cálida, nítida y perfectamente progresista, nacionalista, ambigua, ese andar entre aguas que tanto gusta para no abrirse en canal que es lo que haces tú aunque no sé exactamente para qué. ¿Para encontrar un lector que te ayude a conocerte? Porque en tus textos hay una ambigua y extentórea llamada de auxilio que percibo aunque no sé si siquiera tú lo sabes. En fin. Tú escribes textos extraños y yo te contesto con comentarios extraños. Que tengas un buen último día de trimestre. Yo mañana me voy a Granada, ahí es nada. Saludos.

    ResponderEliminar
  2. En los próximos días tendré ocasión de responder a este comentario, Joselu.

    Loiayirga

    ResponderEliminar