26 diciembre, 2014

Sonriendo.

A la luz de una foto en la que mi tía sonreía, esquelética y enferma de cáncer, se torna impresionante el texto de Albert Cohen que he encontrado en un delicioso programa de Buscando leones, que Alberto Sansegundo dedicó a reflexiones sobre la vida. Nombré ya aquí el programa. 


Los humanos, pobres humanos, mis hermanos, también tienen necesidad de sonreír durante una gran desgracia solitaria, tal vez para animarse y confiar en la vida; tal vez para locamente convencerse de que la desgracia no ha llegado realmente y que somos dichosos, en suma; tal vez porque creen confusamente en la virtud sobrenatural de la sonrisa y que quien sonríe no es desdichado, no puede ser desdichado; tal vez para exocirzar vagamente la desgracia con una alegría de misterioso poder; tal vez para engañar a la desgracia, para convencerla de que se vaya, para convencerla de que se ha equivocado de señas y que está tratando con una persona feliz; tal vez para creer y hacer creer a la desgracia que no ha sucedido; tal vez también para que la desgracia se apiade de ese desdichado que sonríe, que le sonríe, que es amable, que merece ser perdonado. Tal vez por alguna de esas razones, tal vez por todas. 

Albert Cohen.

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