26 noviembre, 2014

Mi madre otra vez.


Ya son bastantes la noches que bajo a acostar a mi madre. La mujer la deja a las 9:30, con el camisón puesto casi siempre, pero llegando las diez, en el último momento, la acompaño yo. Mi padre lo ha intentado solo algunas veces pero montan una pelotera. Es mejor que lo haga yo. (¡Leche! El “solo” de la frase anterior es un poco ambiguo, para que luego diga la academia, quiero decir "en soledad".)

Hoy me preguntaba si había una razón para que no estuvieran en su casa. Que si le podía explicar por qué era conveniente que estuvieran allí. “¿Es que habéis hecho algún contrato por el que tenemos que estar aquí?” Le explico que está en su casa pero dice que aquí se siente observada. Que se puede encontrar con un hombre cuando va al servicio, como si creyera que está en una especie de pensión en la que compartieran baño. “Aquí estamos de paso. ¿No?”

A las incoherencias que dice, uno quiere encontrarle una lógica, para entender en qué mundo vive, pero no existe coherencia alguna. No es posible entenderla porque ni siquiera ella se aclara y muchas veces lo reconoce. Alguna vez le dije que ella tenía problemas con su cabeza y que por eso creía que estaba en otra casa. No le fue útil escuchar eso. Hoy le seguí la corriente, pero se disgustaba porque no le daba una explicación de por qué estaban allí.

Se quedó seria ya metida en la cama. Le di unos besos, pero no pude ponerla de buen humor. Se había tomado una de Zolpidem y me subí para casa. Le dije a mi padre que tardara un poco en entrar a acostarse él, que esperara a que se durmiera.

Por otro lado estoy feliz de haber encontrado en el blog de San Segundo, en esta entrada, una hermosa canción, que debe ser muy famosa, pero que no conocía:


Autunm Leaves. 


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