05 mayo, 2018

Sobre la lucha contra la discriminación de la mujer.


Imaginad que por cada varón que se suicidara lo hicieran tres o cuatro mujeres.
Imaginad que el fracaso escolar fuera mayoritariamente femenino. Por ejemplo, un 25% de mujeres abandonaran la Escuela antes de terminar la Enseñanza Secundaria frente a un 15% de los varones.
Imaginad que de las personas que mueren en accidente de trabajo nueve de cada diez fueran mujeres.
Imaginad que la esperanza de vida fuera unos años superior para hombres que para mujeres. (Este aspecto seguramente está relacionado con el anterior)
¿Qué se diría del trato que recibe la mujer en esa sociedad imaginaria?
Pues ese es el trato que recibe el hombre en España: se suicida más, fracasa en la escuela más y muere en el trabajo mucho más. ¿Y qué decimos? Pues que la que recibe un trato tremendamente discriminatorio es la mujer.  
La conclusión que he sacado después de leer muchas cosas relacionadas con el día internacional de la mujer es que en España existe una distorsión ideológica que no nos permite ver las cosas como son. Las manifestaciones en Madrid fueron tan multitudinarias como en Kabul y nada parecidas a las de París o Londres . Como si en España fueran tan necesarias como en los países árabes. Un disparate.
Esa visión sesgada, que sobredimensiona unos asuntos y desprecia como irrelevante la igual legal, por ejemplo, se convierte en la corriente de un río que hace imposible nadar contracorriente. 

En la Olimpiada Filosófica de este año una de las charlas fue impartida por, Nemrod Carrasco, el asesor filosófico de la serie "Merlí", una serie catalana para adolescentes de las que algunos de mis alumnos son fans. Trata de un profesor de filosofía que se supone que enseña a pensar a sus alumnos. Creo que no pude pasar del segundo capítulo.
Revolución y utopía era el tema de la Olimpiada. Una parte de la charla de Nemrod Carrasco fue dedicada a que la revolución o será feminista o no será. Hoy si quieres triunfar hay que subirse a ese carro y eso es lo que él hizo. Es lo más fácil y desde mi punto de vista una claudicación. Yo en mis clases he intentado poner de manifiesto que las razones de las protestas no están tan claras aunque nunca nadando contracorriente porque dicen que eso es lo peor que puedes hacer cuando te arrastra un río. Hay que nadar a favor del agua pero acercándote a la orilla.
Uno de los artículos que me pareció más iluminador fue este. Al final se dice que la gente tiene miedo de plantar cara a la vigencia social. Es así. El día 8 de marzo, volvía yo de la meditación en grupo de los jueves y encontré de vuelta a casa la manifestación en plena efervescencia. Por curiosidad de ver el ambiente anduve unos metros con gente hasta que llegó a la Plaza Mayor, tramo que no me apartaba de mi camino a casa.
Al día siguiente una alumna me dijo que me había visto en la manifestación. Podía haberle aclarado que no fui intencionadamente, que fue casualidad que me viera allí, pero me callé.
Creo que he sido en clase bastante explícito exponiendo lo que me parecen tergiversaciones sobre el asunto pero por aquello de una de cal y otra de arena me callé la verdad. O por temor a parecer, una vez más, un disidente.
En fin, vivir para ver.

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