UN COMENTARIO DE ANTONIO.
Traigo aquí un comentario que Antonio ha dejado en una entrada anterior y que de no ser rescatado pasaría desapercibido para muchos lectores.
Ya que estoy delante de la pantalla me animo a responderte lo que en su momento pensé sobre esto cuando publicaste la entrada:
Me
has convencido en cuanto a lo de que el preocuparse en exceso no es
adaptativo, es una inadaptación de nuestro cerebro, que dispara las
reacciones de stress cuando no debe, equivocadamente, y cuando éstas en
realidad no aportan nada positivo a la situación.
En cuanto a lo
de vivir el ahora. Hace unos meses, estuve con mi mujer de excursión en
las montañas. Actualmente vivo en un país en el que en invierno la nieve
permite hacer "deportes de invierno". A mi, como andaluz, estos
deportes no me acaban de atraer: me parecen aparatosos, todo el equipo
que conllevan: esquies, cascos, rodilleras, vas como embutido en todo
eso, sudando a menos 10 grados, tienes que hacer cola en los
teleféricos... En definitiva, es algo que en principio me molesta.
Durante esta visita, intenté dejar ese prejuicio o predisposición en
casa e intentar disfrutar de lo que había. Durante la mayor parte del
día sinceramente no lo conseguí, hasta que me di cuenta de una cosa. Lo
que me impedía disfrutar, no eran todos los inconvenientes de la
actividad que he citado más arriba, lo que me lo impedía era mi ACTITUD
frente a ellos, me explico: todo en mi cabeza era peor de lo que luego
afortunadamente la realidad me mostraba; me agobiaba frente a la cola
del teleférico pensando que no sería capaz de accionar el scanner que me
permitía entrar (realidad: el operario con tranquilidad y amablemente
me indicó como funcionaba y nadie en la cola se quejó), pensaba que
acabaría en el suelo con mi torpeza al andar sobre las placas de hielo
(realidad: acabé en el suelo más de una vez, pero esto no es el fin del
mundo, ni siquiera suele doler una caída andando en esas condiciones) el
frío hacía que casi me doliera el rostro al "pasear" entre la ventisca y
la nieve (sí, pero las estación intercala puntos de descanso para que
esto no sea un problema).
Es decir, una cosa es lo que nos
imaginamos, la predisposión que ponemos en lo que hacemos, y otra es lo
que la realidad acaba siendo finalmente. Si vives todo con ansiedad, es
imposible disfrutar de nada, en otras palabras, la "predisposición
emocinal" que ponemos en las cosas condiciona la manera en la que las
vivimos. Esto no hay que llevarlo al extremo, es decir, no hay que
pensar que solo con mentalizarnos todo se convertirá en color de rosa, y
seremos "felices todo el tiempo", como algunos libros cutres de
autoayuda prometen. Pero sin duda es algo que influye y merece la pena
revisar y trabajar sobre ello.
Resultado en concreto. Cuando
después de un trago en el bar conseguí relajarme, todo se trasformó
sensiblemente: empecé a apreciar lo bueno que había en todo ello:
paisajes objetivamente espectaculares, sensaciones al caminar que tenían
su encanto (el deslizamiento en las pendientes, el hundir los pasos en
la nieve...) el paseo en el teleférico sin agobios mirando como la gente
disfrutaba en las pistas...
En definitiva, comprobé en la
práctica de la vida lo que comentaba: todo se ve de otra manera si
conseguimos relajarnos un poco y dejarnos llevar, dejando los agobios y
aprensiones fuera de la cabeza.
Un saludo.
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