07 julio, 2016

Ella.

Ella era guapa y francesa. Él, francés y quiropráctico. Tenían cuatro hijos pequeños y encantadores. El año que la conocí, llevaba al chiquitín atado a la espalda con una especie de sábana, como las africanas.

Eran amigos de unos amigos y veranearon en Arenas muchos años. Cuando íbamos juntos a bañarnos a los charcos de la sierra, ella se ponía el biquini sin pudor delante de todos, mostrando durante unos instantes unos pálidos pechos franceses que pese a mi mucha atención no terminaba de entender del todo.

Ella era guapa y hablaba español. El ganaba mucho dinero y soportaba con una sonrisa las cenas sin poder participar de la fiesta, debido al idioma.

Con cuatro hijos pequeños, parece increible, ambos corrían maratones, y habían acudido por separado a los de Paris y Berlín.

Después de unos años sin volver por España, el verano pasado, con las hijas mayores ya adolescentes, alquilaron nuestra casa, porque la habitual estaba ocupada. Ese verano no los vimos, pero ganamos 700 euros por quince días.

Mi esperanza es que este verano volvieran a mi casa, pero Cupido no ha querido que así fuera. Según cuentan, ella retomó su relación con un antiguo novio y la pareja se ha divorciado. Dicen que fue la madre de ella la que hace muchos años hizo imposible el amor entre dos adolescentes, pero Internet ha rehecho lo que aquella mujer quizás nunca debió impedir.

Me aseguran que también el marido está con otra. No sé con quién viven los hijos.

Un detalle, el antiguo novio era negro. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario