18 junio, 2015

¿Matan los antidepresivos el amor?

Helen Fisher es una antropóloga que ha estudiado mucho el amor desde el punto de la teoría de la evolución. Pero no la traigo aquí por eso. Hace mucho encontré un video en el que explicaba que los fármacos antidepresivos tienen efectos perjudiciales para el amor. Aunque cuelgo el video no hace falta que lo veáis entero. Transcribo debajo lo que dice de este asunto a partir del minuto 18.


 

Tengo una preocupación. Es sobre los antidepresivos. En USA cada año se expiden más de 100 millones de recetas de antidepresivos. Y estas drogas van a ser generales. Están extendiéndose alrededor del mundo. Conozco una niña que ha estado bajo el efecto de antidepresivos estimulantes de serotonina desde los 13 años. Ahora tiene 23. No tengo nada en contra de las personas que lo toman durante una corta temporada. Cuando están pasando por un momento terrible, cuando quieren suicidarse o matar a alguien lo recomendaría. Pero cada vez más gente las toma por un largo tiempo. Estas drogas elevan los niveles de serotonina, los cuales al subir suprimen los circuitos de la dopamina. Todo el mundo sabe eso. La dopamina está asociada al amor romántico. No solo suprime el circuito de la dopamina sino que mata el deseo sexual. Y cuando matas el deseo sexual matas el orgasmo. Matas el flujo de drogas asociadas con el apego. Estas cosas están conectadas en el cerebro. Y cuando intervienes en un sistema cerebral vas a interferir en el otro. Solo quiero decir que un mundo sin amor es un lugar muerto. 

No me cabe ninguna duda que es cierto lo que dice sobre el deseo sexual. ¿Pero es cierto que si matas el orgasmo matas el amor?

3 comentarios:

  1. Hilvanando tus últimas entradas: sexo, amor, parásitos, neuroreceptores y tu gato Conejo. La maravillosa historia del toxoplasma gondii.
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    El toxoplasma gondii es un protozoo parasitario de extraordinario talento. La inmensa mayoría de las especies hace lo que haga falta, y más, para conseguir sexo, pero en ese
    terreno el toxoplasma en cuestión alcanza un insólito nivel de virtuosismo.

    Se trata de un parásito muy común y de espíritu ecuménico. Gran parte de las aves y de los mamíferos, incluyendo los humanos, lo sufre o lo ha sufrido. Sólo es muy peligroso cuando afecta a embarazadas, porque puede dañar o matar al feto. También es peligroso para los gatos. Y, de otra manera, para las ratas y ratones.

    El toxoplasma elude el sistema inmunitario de sus anfitriones escondiéndose en las células, donde no es detectado. Allí se reproduce de forma asexuada por división binaria, y va tirando. Pero el toxoplasma no se conforma con ir tirando. Quiere sexo, porque sólo con la reproducción sexual forma ooquistes, sale del anfitrión mezclado con las heces y expande sus planes infecciosos. El ooquiste es muy resistente a los ambientes externos y soporta bien las temporadas de espera. Los humanos pueden ingerirlo, por ejemplo, al comer ensalada mal lavada. En general, el humano infectado ni se entera porque no suele percibir síntomas, aunque algunos estudios hablan de ciertos efectos psicológicos como la inseguridad o la tendencia a la neurosis.

    Donde el toxoplasma se luce es en las ratas y ratones. Porque su objetivo es el gato, el único animal en cuyo interior se instala de forma definitiva y alcanza su objetivo sexual.

    El protozoo parasitario tiene la habilidad de alterar el funcionamiento cerebral del ratón: hace que le resulte estimulante el olor del gato. El ratón mantiene todos los instintos que favorecen su supervivencia (la desconfianza ante los espacios abiertos, los ruidos fuertes, los alimentos desconocidos), menos uno: el que le aconseja no fiarse ni un pelo de los gatos. Al contrario, el ratón infectado se exhibe con absurda temeridad ante su enemigo ancestral y, si es necesario, lo busca.

    Sin saberlo, el ratón es dirigido por el toxoplasma gondii, ansioso por acceder al estómago del gato. El resultado es obvio: el ratón muere, el gato es infectado y el toxoplasma triunfa, consigue el sexo y reinicia la cadena infecciosa.

    E.G.

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  2. impresionante historia, M.A.
    En una web médica inglesa (Patient.co.uk) que me recomendó mi hermano dice que algunos estudios encuentran vínculos entre esta enfermedad y la esquizofrenia.
    Vaya gracia.
    Y eso de que puede producir inseguridad o neurosis no me hace ninguna ilusión.
    Lo que me faltaba. Como si no tuviera yo suficiente con la mía.

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