14 diciembre, 2012

EVALUANDO

Ayer tenía reunión de evaluación. Soy tutor de un segundo de Bachillerato pero lo cierto es que me he ocupado muy poco de mis alumnos este trimestre. Hasta ahora...

- he anotado, en el programa informático que usamos, los justificantes de las ausencia de los alumnos,
- he atendido a los padres que han venido (han sido tres), recabando primero entre los profesores información sobre sus hijos
- he remitido a los absentistas las faltas de asistencia a casa cuando estas pasaban de castaño a oscuro.
- y poco más.
Este año tengo una tutoría de 44 alumnos, una exageración. Aunque luego están distribuidos en dos grupos y nunca hay tantos alumnos en una sola asignatura, a efectos de tutoría y dirigir la junta de evaluación soy yo el encargado. A algunos, ocho o diez, no les doy clase este año, aunque los conozco del año pasado y una alumna ni le doy clase ni la conozco de nada. En fin, un poco disparatado.

En general las evaluaciones son un latazo. Las notas están ya puestas y todos los profesores tiene una fotocopia delante en esa reunión. De lo que se trata es de ir alumnos por alumno comentando entre todos un poco los resultados para conocer a cada uno mejor y tomar las decisiones que sean oportunas.

Hay compañeros a los que gusta hablar mucho y otros que hablan poco o nada. Hay gente que considera muy importantes detalles que a mí me parecen nimios e irrelevantes. Hay que tener mucha fe en la importancia de uno mismo para contar las cosas que alguna gente cuenta. “A mí no me entrega los ejercicios casi nunca, de cuatro veces que le he preguntado tres no los traía hechos. Y ya le dije, si sigues así vas a suspender. Y en el primer examen tiene una nota muy baja: un dos con siete (se para un momento para confirmarlo buscando en su cuaderno): peor aún un dos con cinco. Y luego en el segundo examen de cinco preguntas que eran me deja dos en blanco. Yo ya se lo he dicho. Se lo dije a mediados de evaluación y se lo volví a decir hace dos semanas. No te voy a regalar nada. Pero parece que no se entera.”
¿No podía resumirlo diciendo que trabaja muy poco y que ya se lo advirtió?

Es asombrosa la cantidad de detalles insignificantes que a la gente le parecen interesantísimos de contar y que los demás escuchamos indiferentes. Se ve que todos llevamos un escritor vocacional dentro y como no escribimos soltamos un fragmento de nuestro cuento al primero que pillamos.

Y lo peor no es eso. Lo peor es el murmullo que se crea a poco que el tutor se despiste un poco. Cada uno quiere contar su pequeña anécdota, pero como sería imposible escuchar todas, una tras otra, sobre tantos alumno cada profesor se la cuenta al vecino. Se nota claramente que no se trata de aportar nada a la evaluación, puesto que ni el tutor ni la mayor parte de los compañeros lo están oyendo, solo se trata de desahogarte y expresar tu propio sentir. A veces se cotillea sobre circunstancias que nada aportan al caso, sobre algún amorío de aquel uno con aquella otra o en qué calle es dueña de una peluquería la madre de este o de aquel. En ocasiones conocer las circunstancias vitales ayuda a entender mejor a alguien, pero normalmente el deseo que alienta estas divagaciones es el divertimento y la distracción.

Ser tutor e intentar tomar notas de lo relevante cuando la gente se pone a hablar en corrillos es para mí una tortura. Me dan ganas de montar un número, ponerme borde e imponer un estricto turno de palabra. Imposible. Quizás es por esta experiencia vivida cuando llevo la reunión que yo hace ya tiempo que hablo poco en las evaluaciones y sólo cuando me parece muy necesario.

Cuando estoy al cargo otro asunto que me fastidia lo indecible son las prisas. Siempre hay algún profesor que a cada paso mete presión deseando terminar cuanto antes: “venga, seguimos; venga, seguimos”.

Ayer tenía yo mala conciencia de no haberme preocupado mucho de mi grupo durante el trimestre. No sabía si empezar la reunión confesándolo o quejándome de tener un grupo tan grande o qué se yo. Para más inri mi evaluación estaba situada al final de la tarde cuando ya está la gente desatada y se ha perdido toda la compostura del comienzo. Creí que no lo iba a soportar.

Como tenía miedo de perder los nervios y pelearme con alguien… bendita la hora en que me tomé medio orfidal antes de ir. Todos mis compañeros me parecieron sensatos, apenas si tenía estrés, apuntaba lo que me iban diciendo sin agobiarme de que cada uno hablara por su lado… Nunca pensé que terminaría tan contento. No digo que saliera bien. Digo que tuvo apariencia de salir bien.

Hoy es el día después. He hecho propósito de enmienda para el trimestre que viene y ahora respiro una gran paz, aunque se hayan pasado los efectos del fármaco. Cuando se termina de poner notas y se hace la evaluación supongo que todos sentimos un gran alivio. El que yo tengo ahora es enorme.

2 comentarios:

  1. He evacuado una pregunta para Usted en mi blog

    ResponderEliminar
  2. "Este año tengo una tutoría de 44 alumnos, una exageración."

    Yo tutorizo a más de 1500 pacientes y me tomo Somnovit o Noctamid o Trankimazin a diario. ¿¿Medio Orfidal????

    ResponderEliminar