28 diciembre, 2012

A propósito de un texto de Trapiello

Ella era lista. No estudiaba de memoria y por eso en los exámenes ponía solo lo esencial pero explicaba brevemente con sus propias palabras todas las ideas que yo pedía mostrando que entendía a la perfección.
Ella era guapa. Su estilo era cercano al punk o al heavy, ya no recuerdo bien, pero daba gusto verla con unos leggins negros ajustados. Yo, su profesor, era mucho más joven que ahora pues recuerdo perfectamente que era mi cuarto año dando clase. Al terminar segundo de bachillerato la chica quería estudiar física pero una amiga de ella me contó que tenía dudas sobre si seguir estudiando porque en su casa andaban muy mal de dinero y pagar la matrícula, aunque entonces no eran muy caras, era un extra difícil de soportar.

Por aquel entonces me sobraba el dinero y fantaseé durante algún tiempo con pagar su matrícula o parte de ella. No recuerdo si planeaba entonces hacerlo a escondidas de mi mujer o diciéndoselo, da igual, fue solo una fantasía que me hacía sentir bien y que nunca llegó a concretarse en nada. Sentía un gran deseo de hacerle el bien a aquella chica de un modo desinteresado y prometo que mis ensoñaciones no continuaban imaginando el modo como ella me lo agradecería. Solo deseaba lo mejor para ella y me sentía feliz imaginando que podía aliviar su problema.

No recuerdo como interpretaba yo entonces estos hechos. Lo que quería contar es la explicación que me doy ahora.

Aunque desde el punto de vista cultural veamos con malos ojos al tipo que deja a su mujer de siempre y se casa con otra más joven que le da nuevos hijos, su comportamiento no es difícil de explicar a la luz de la psicología evolucionista.

También es fácil de explicar que los hombres quieran proporcionar bienes y recursos a las mujeres. Desde el punto de vista evolutivo los hijos tendrán más posibilidades de salir adelante si cuentan con un padre que trae comida a la madre durante los años en los que ella tiene que amamantar y criarlos.

Esto explica que hayan llegado hasta nosotros las hembras humanas que preferían a machos que les “regalaban” comida frente a los que no. Del mismo modo los varones más dadivosos fueron los que más posibilidades tenían de dejar descendencia y por tanto sus genes son los que hoy nos constituyen.

Leyendo el episodio que les contaba a la luz de la psicología evolutiva las cosas se presentan trasparentes como el agua. Pero ¿por qué me he acordado de esto?

Porque Andrés Trapiello quiere regalarle un manzana a una adolescente. Lean, lean aquí.

De nuevo en Madrid, en casa, en la mesa de trabajo, bendiciendo el don de la rutina. El buen tiempo trae sus frutos buenos a nuestra vida, escasa de sucesos notables. He sido testigo de una escena parecida dos veces en la misma semana. En la frutería, desde hace unos días, mientras espero a ser atendido, suelen entrar unas muchachas adorables, o esperan ya, cuando yo entro. La de hoy era una chica de unos veinte años, con sandalias de suela plana y dos tiras de cuero que dejaban una uve en su empeine. Con ese aplomo grácil y desmadejado de las adolescentes, dejaba los pies en el suelo a las nueve y cuarto (o a las tres menos cuarto), como las bailarinas. Piernas muy blancas, de haber estado cubiertas todo el invierno. Una falda corta de percalina liviana y amplio vuelo, y una blusa ligera con generosa sisa en las axilas, delatando que no llevaba sujetador. Así  que sus tetillas se insinuaban como dos limones. Tenía una cara graciosa, fina, de tez lechosa y pecosa, con labios pequeños pero carnosos y muy rojos, color de fresa. Todo en ella era frutal, a tono con el lugar. Y el pelo largo, suelto, negro azulado, en ondas amplias. Muy seria. Esperó su turno, y cuando llegó, dijo: una manzana. Sólo quería eso, una manzana. Pasan por delante de la frutería y se les antoja. Como a Eva. Cuando salió le dije a mi amigo el frutero: tenías que habérsela regalado. Me dijo de muy buen humor: aquí no se regala nada. No es verdad, siempre que entran pobres, y eso ocurre todo el año, no sólo en primavera, mi amigo abre la caja y les da una limosna, a veces con protesta incluida: “A ver si pedís a otros; parezco el tonto de este barrio”. Nunca podrá uno dejar una manda en su testamento que garantice que haya flores frescas cada día en el vestíbulo del museo Metropolitano de Nueva York, como hizo cierta vieja millonaria, pero creo que sí me daría para dejar un dinero a una frutería con el encargo de convidar con él a una manzana a toda muchacha que entrara con ese antojo.
Las cosas están muy claras. Los hombres les hacen favores a las mujeres y éstas se los agradecen. Así funciona el mundo. Pero esto no quiere decir que cuando el hombre siente la necesidad de dar esté buscando directamente el agradecimiento. Eso puede ser inconsciente, como creo que lo era en mi caso.
Llegado a este punto –y si se me permite una tontería- quizás habría que reflexionar sobre una frase no del todo soez (en sí misma) pero que muchos hombres usan, hablando entre ellos, para evitar decir algo más grosero: “A esa le hacía yo un favor.”

4 comentarios:

  1. Lo que cuentas me ha recordado una película que vi hace poco. Aunque viendo el trailer parece la típica historia de profesor en entorno complicado (algo de eso hay también) habla sobre todo de compasión, entendida como conocimiento del sufrimiento ajeno y deseo de aliviarlo. Tiene momentos muy duros, y hasta sórdidos en ocasiones, pero creo que refleja bien ese deseo del que hablas de hacerle el bien a una chica de modo desinteresado. Recomiendo verla, aunque ya digo que es bastante desasosegante.
    Por lo demás, últimamente veo que todo el mundo quiere explicar cualquier cosa apelando a la psicología evolucionista y la verdad es que no sé hasta que punto se puede reducir todo a unos mecanismos que además estamos lejos de conocer bien. No sé, creo que las cosas no están tan claras.

    ¡Feliz año!

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    1. Cristina, es verdad eso que dices. La psicología evolucionista está de moda y domina, como en otros tiempos el conductismo. Arcadi Espada tiene a Pinker como un dios y “La tabla rasa” es para él como la Biblia.
      La verdad es que es muy sugestiva la interpretación de la psicología evolucionista.
      Una vez en tu blog te leí (en respuesta a un comentario de otra persona, en la entrada en que hablabas del ojo, creo recordar) que el evolucionismo (no hablabas entonces de la psicología evolucionista) no explica todo. Que sirve en determinado campo de la realidad pero que no tiene por qué ir más allá. Puede que sea como dices pero uno tiende a convertirlo en una especie de “visión de la vida”. Es decir, si esa teoría explica cómo hemos llegado a ser quienes somos parece que lo explica TODO. ¿Cómo podemos decir que estamos aquí debido al AZAR y la necesidad y luego al mismo tiempo querer encontrar un sentido NO AZAROSO a nuestra vida? No sé, no he pensado mucho sobre el tema pero me cuesta creer que se circunscribe únicamente a un area.

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  2. ¿Pero le pagaste la matrícula a la chica?

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    1. Chema, tienes que leer con más atención.
      Ya dije que todo se quedó en puras fantasías.

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