05 noviembre, 2011

¿Más Prozac y menos Platón?

Me eduqué con un natural temor a las drogas y siempre he sido consciente de sus peligros, me eduqué con un concepto de libertad como “independencia” y con una aversión muy exacerbada hacía la “adicción”.
Durante este año las he usado con más alegría que anteriormente. En realidad, no se me asusten, en mi caso se trata de drogas legales, concretamente de tranquilizantes. Durante 15 días este año tomé media pastilla de Tranquimacin 5 cada mañana.
Antes del viaje a Nueva York me puse de los nervios a morir. Apuntaré tres posibles razones.
- Unos alumnos de la asignatura de “Alternativa a la Religión” me daban mucha guerra durante la única hora semanal que tenía con ellos y me sacaron de mis casillas. En una ocasión le chillé muchísimo a una chica y luego me sentí mal por haberlo hecho. Era una tortura para mí cada vez que llegaba el martes.
- Cruzar “el charco” y pensar que al otro lado del Atlántico (en NY) nos íbamos a tener que defender con “mi” inglés me angustiaba bastante. Nunca he escatimado imaginación para los peligros y me era muy fácil suponer que mi mujer enfermaba y era ingresada en un hospital de esos carísimos de USA, ya sé que en teoría todo lo pagan luego desde el seguro de Muface pero mi imaginación no tiene límites y también tenía miedo de que el euro se fuera al garete justo con nosotros en la gran manzana. Le hice a mi mujer sacar otra tarjeta VISA, por si la de Caja Duero -la única que teníamos- quebraba.
- Recientemente mi cuerpo da signos de cierto agotamiento y estoy hablando de sexo. Si cuando uno es joven, el cuerpo va siempre por delante y es el que tira de uno, en la actualidad digamos que tengo que ser yo el que empuje al cuerpo que si no fuera por mi sestearía pasivo y no me daría “alegrías” sino de guindas a brevas. Este cambio leve y paulatino, pero real, también me produce (¿producía?) ansiedad. (1) porque pone en duda tu hombría (2) porque a nadie le gusta que lo bueno se acabe y (3) porque pocos se alegran con la conciencia de envejecer. Mi amigo B. (médico) me dice que los hombres que lo visitan con problemas similares no quieren tomar Viagra lo que quieren es poder como podían antes. Pues eso.
A lo que vamos, justo la semana anterior a irnos, con motivo del estrés con mis alumnos fui al médico y me recetó tranquimazin. Pasé un viaje estupendo con este tranquilizante. Y decía yo: ¿por qué no tomarlo más veces cuando muchos días si lo tomara estaría más amable con los demás y menos a disgusto conmigo mismo?
Mi amigo B me explica que si vas a tomarlo con cierta frecuencia es mejor tomar antidepresivos y al mismo tiempo da a entender que el que toma antidepresivos es porque se ha rendido y no consigue por si mismo hacer que su vida sea feliz. Difícil alternativa.
En fin. Lo anterior lo escribí en el verano y al ver estos días en Burgos el museo de la Evolución con su logo -que simplifica el viejo esquema ya desechado de los homínidos que van poco a poco levantándose- no entiendo por qué me acordé de este post que no había publicado.

1 comentario:

  1. Supongo que habrás notado que ir a correr te va bien. El cuerpo está pensado para ejercitarlo y la mente está unida al cuerpo. A mi correr no me va muy bien porque es un deporte un poco duro para las rodillas pero andar o montar en bicicleta y estar en el campo me equilibra bastante. He estado un mes tomando datos en el campo para el trabajo y muchos días por la mañana me sorprendo de lo gratificante que son cosas tan sencillas como que te de el aire y el sol en la cara, observar la vegetación, el canto de los pájaros... Me pregunto si estamos "programados" para sentirnos bien con estas cosas, al final todo se reduce a la actividad de determinados neurotransmisores que responden a estos estímulos. En todo caso creo que hay que recordar que funcionamos un poco de esta manera que necesitamos un poco de naturaleza igual que necesitamos comer y dormir.

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