15 agosto, 2008

VIAJE A LA COSTA AZUL

Del mismo modo que a un bailarín no se le debe notar el esfuerzo que realiza para levantar a su pareja durante la danza, así un gran señor no habla de nunca de necesidades materiales. Como si no existieran.

Si yo tuviera clase no les hablaría de dinero. Pero no es el caso. El viaje me ha costado una pasta. Sólo en gasolina y autopistas ya es una cifra considerable. Multipliquen 338 litros por 1.40 o 1.50 que costaba el gasoil en Francia dependiendo de los sitios y sale el montante de la gasolina.

Eso sí, yo este viaje lo amortizo como sea. De momento ya les he hecho un CD con las fotos a cada uno de mis compañeros de trabajo. Que sepan donde he estado y que lo vean. Y como tengo experiencia que luego algunos no lo miran y te dan respuestas convencionales para salir del paso (muy bien tus fotos, muy bonitas) se lo pienso entregar para asegurarme que las ven con un pequeño cuestionario en un folio. Sencillito, de esos de marcar unas casillas con unas equis.

En realidad, este viaje a la Costa Azul, con visita a Mónaco incluida, tenía para mí un poco el carácter que tienen esas visitas de los españoles a Puerto Banús en Málaga para ver los yates de los multimillonarios. Es decir: el de un provinciano de clase media que quiere ver como viven los ricos.

Pues ya está, ya los he visto. ¿Les cuento?

Poca cosa les cuento. Aristóteles decía que la filosofía surge de la admiración, de la maravilla que produce que las cosas sean lo que son. De la admiración nace la pregunta y de ahí la reflexión filosófica. Yo, como filósofo, debo encontrarme ese primer estadio porque cuando veo los yates de los millonarios, es verdad, me maravillo, pero no paso de ahí. Después de ese primer momento de admiración, me pongo a pensar y, créanme, no se me ocurre absolutamente nada.

4 comentarios:

  1. No me extraña que no se te ocurra nada, porque mirar yates es bastante aburrido, sobre todo si no puedes subirte en ellos. Si no te surge la pregunta, quizá es que no te has maravillado tanto como crees.

    Nunca he entendido esa fascinación, tan común, por ver como viven los ricos. Tampoco entiendo del todo la mía, provinciano de clase media al que le gusta ver cómo viven los pobres. Supongo que es una forma ridícula de sacudirse complejos en busca de lo esencial, de esa simpleza que hemos perdido y no vamos a recuperar (puede que por fortuna). Lo sé, esta es la explicación tópica y quizá hay otras más profundas que aún no he descubierto, pero me siento bien cuando comparto espacio con los pobres (aunque no coma lo mismo que ellos) y más incómodo cuando guardo las formas entre los ricos. Al menos a los primeros les veo vivir de verdad, mientras que de los segundos sólo veo, de lejos, los objetos de lujo de que se rodean y yo no deseo en absoluto. Ver palacios y sus colecciones de joyas, pasearse entre mansiones, entrever sus fachadas e imaginar cómo serán por dentro es una afición algo estúpida difundida por los touroperadores para hacernos creer que asistimos a las maravillas del mundo. Veo más belleza en el quehacer diario de cualquier campesino de Marruecos o Vietnam, y es con él con quien me apetece charlar. Aunque puede que sea un ingenuo. O quizá es que busco un contrapunto a mi vida, cada vez más cómoda y necesito ese cambio de aires.

    (por cierto, acabo de recordar una entrada en tu blog en la que hablabas de esto y yo hice ya un comentario; lo he encontrado, es del 27/dic/07; no puedo poner un enlace, porque no se hacerlo)

    La próxima vez deja la maleta en casa, coge una mochila y ya verás lo que pasa (y cuéntanoslo, por favor). Tiene otra virtud: gastarás mucho menos en gasolina.

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  2. muy interesante tu comentario que quiero responder como se merece cuando tenga un momento.

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  3. "no se me ocurre absolutamente nada."
    A mí sí: No lo quiero ni regalado.

    Cuando doy un paseo con mi veciño Manolo siempre dice al volver a casa. Menuda finca hemos cerrado hoy y se embala con todo lo que haría él con semejante finca... que si caballos, bosques, ganado,...
    Un día me preguntó qué haría yo si... Regalártela; no tengo ganas de líos; total, la disfruto igual y no me tengo que preocupar de nada... que si entran , que si se quema, trabajos... quita, quita.

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  4. Catalino, lo que poseemos nos posee. Pero no por eso renunciamos a las posesiones.

    Me parece que su estilo, como el de Usebio, es querer sentirse feliz con lo que se tiene y no desear más. Me parece inteligente para evitar el malestar de la envidia.

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