05 julio, 2015

Aunque ahora estoy feliz...

Los gatos domésticos ya no cumplen la función que cumplía: cazar ratones. Ahora viven con todas sus necesidades cubiertas. Tienen casa y alimento y para que no tengan inquietud sexual los esterilizamos. Pero su impulso por cazar sigue vivo. Y si ven una mosca en el cristal no cejan hasta que la pillan o desaparece. Por no decir lo mucho que les gustaría cazar pájaros.

En Arenas, nuestro gato no se conforma con quedarse en casa. Le llama mucho la atención el exterior y siente un interés muy vivo por explorar el jardín. Hasta ahora solo le dejo salir bajo mi atenta vigilancia. Tengo miedo que se vaya más lejos y le pase algo. Cuando vamos a acostarnos cierro las puertas y se nota su ansia de salir a descubrir la noche. Se coloca delante de la puerta del jardín y con maullidos me pide que le abra. De momento le he dicho que cuando sea algo mayor.

Entonces, con nosotros ya acostados, se sube al quicio de la ventana de nuestro dormitorio, abierta de par en par, y observa y huele durante largos ratos. Está claro que le gustaría irse a ver mundo, pero la distancia al suelo es demasiado grande y no puede saltar.
Al pobrecillo se le ve inquieto. No necesita para nada salir fuera, pero un mecanismo evolutivo, ahora ya innecesario para un gato doméstico, le mantiene ansiando algo que le niego.

¿Para qué ese ansia? ¿Con que fin existe ahora esa necesidad de cazar, de ampliar el territorio?

Cuando lo veo ansioso me pregunto si mis ansiedades no serán tan sin objeto como las suyas.  Soy un tipo con suerte que no solo tiene aseguradas sus necesidades vitales, sino también las sociales. ¿A cuenta de qué tantos miedos? ¿Para qué tanta inquietud? ¿qué necesidad insatisfecha es tan insufrible que me lleva a tomar ansiolíticos? ¿No tengo acaso la vida solucionada?

¿Qué extraño anhelo me hace sufrir sin objeto?

Sin saber siquiera qué me daría la paz. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario