30 abril, 2015

De cómo la lectura ayuda a vivir.

“Hijos de madres aún vivas, no olvidéis que vuestras madres son mortales. No habré escrito en vano si uno de vosotros, tras leer mi canto de muerte, se muestra más dulce con su madre, una noche, acordándose de mí y de la mía. Sed dulces cada día con vuestra madre. Amadla mejor de lo que yo supe amar a la mía. Que cada día le deis una alegría, eso os digo amparado en mi dolor, gravemente desde el peso de mi luto. Estas palabras que os dirijo, hijos de las madres aún vivas, son el único pésame que a mí mismo puedo darme. Mientras aún sea tiempo, hijos, mientras ella siga ahí. Apresuraros, que pronto reinará la inmovilidad en su faz de imperceptible sonrisa virginal. Pero os conozco, y nada os sustraerá a vuestra loca indiferencia mientras vuestras madres sigan vivas. Ningún hijo sabe de verdad que su madre ha de morir, y todos los hijos se enfadan y se impacientan con sus madres, locos que no tardan en recibir su castigo.”

Aunque estoy ya leyendo “El libro de mi madre” de A. Cohen, este texto no lo he encontrado aún en mi lectura. He escuchado el programa que A. Sansegundo le dedicó en Buscandoleonesenlasnubes. Podéis descargarlo en MP3 desde aquí y escucharlo. Ya sabéis, buena música y textos literarios.  En este programa, todos fragmentos del mencionado libro de Cohen.


Joselu, puedes comentar si quieres, es más, si no lo haces echaré de menos tu comentario, pero este texto no es para ti. Lee desde el principio atentamente: “hijos de madres aún vivas”.  I am sorry. I am really sorry. I am terribly sorry. 

2 comentarios:

  1. Dentro de lo que cabe, pasé los últimos meses de su vida visitándola en la residencia, teniendo en cuenta algo de eso. No podía dejarla ir sin reconciliarme con ella, a pesar de todo el daño que ella me había causado. Una hermana que sufrió más todavía con ella no pudo hacerlo por causas que no vienen al caso, y ahora ella lamenta no haberse podido enfrentar al monstruo en sus últimos momentos: hubiera sido terapéutico, y esa fase del duelo le falta. Yo pude echar sus cenizas donde ella quería. Fue mi último acto de amor, un amor complicado y contradictorio: amar al ser que más dolor te ha causado en tu vida y que ha hecho que tu vida sea como es, a veces luminosa, a veces dolorosa y oscura. En todo caso, acompañada siempre del temor. Me hubiera gustado tener una madre más sencilla, más buena, más amorosa. Digo esto, pero no sé. Mi vida es producto de ella, eso no lo dudo.

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  2. Gracias por este texto tan hermoso. Me siento profundamente querida por mi madre, aunque no siempre me comprenda, y me enternece verla afligida cuando algo me preocupa. No puede evitarlo.

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