25 junio, 2007

PLAY WITH ME?

Algunas tardes, para hacer más llevadera la tarea de corregir exámenes, me acerco a la biblioteca de la Casa de las Conchas.

Hay unas mesas rectangulares y amplias con sitio para sentarse a ambos lados. Por azar me senté enfrente de una chica guapa. Lo repito, por azar. Era un mujer joven con una camiseta de esas, caídas por un lado, que dejan ver uno de los hombros desnudos. El tirante de su ropa interior cruzaba impecable su piel en la que no se apreciaba imperfección ninguna. Me acordé de las medidas de superficie que está estudiando mi hija y pensé que para medir aquella piel, el centímetro cuadrado era absolutamente improcedente. Habría que inventar una unidad de medida nueva, exclusiva para ella.


Corregir exámenes. A eso había ido y no iba a cambiar de cometido.

En seguida me di cuenta de que la camiseta lucía unas letras en el pecho. Aquellas palabras iban a ser mi perdición. PLAY WITH ME? Por todos los demonios. ¿Cómo resistirse y no contestar aquella pregunta? ¿Cómo podían los hombres que había en la sala permanecer impávidos ante semejante invitación? ¿Cómo era posible que los que estaban a mi lado no se dieran cuenta del fuego que ardía en mi pecho cada vez que levantaba los ojos y leía aquella pregunta? Me sobresaltó una duda. ¿En inglés correcto no debería decir “Do you play with me? ¿Perdía algo aquella joven por hacer su invitación en un inglés tan simplificado? Algo perdía, pero era tanto lo que tenía...
Había un móvil junto a sus cosas, pero no era de las que lo mira cada cinco minutos. Calculé que yo la miraba a ella cada tres. Y pensé que quizás podía consultar el reloj y observar exactamente cada cuanto la miraba. En seguida reparé en la imposibilidad del estudio. El que mide interfiere en lo medido por ser en este caso la misma persona. Le vi cierta similitud con el principio de incertidumbre de Heisenberg. ¿Debía hablarle a ella de esta ley de la física, para iniciar la conversación? No se me ocurría la manera. El problema es que no sé a cuento de qué sacarlo, pero tengo que decir que nombrando este principio y otras pedanterías similares he cosechado grandes éxitos en mis relaciones con las mujeres. Todos ellos en la imaginación, naturalmente.


En vista de que no me concentraba en los exámenes y para despejarme un poco, decidí hacer un descanso. Cuando sale a fumar un cigarro, la gente, deja allí sus cosas sobre la mesa. A mi atribulado corazón uní ahora el emocionante riesgo de dejar allí mis exámenes dentro de la carpeta. Con el desastre que hubiera supuesto si alguien se los llevaba. Pero no podía abandonar completamente aquel sitio y perder la oportunidad de estar de nuevo frente a aquella chica.

En la calle todo me hablaba de ella.

Las otras mujeres eran paja, comparadas con la hierba fresca. Anduve unos pasos nervioso.

Me paré delante de una tienda de ropa. Me pareció absurdo entrar a preguntar si tenían una camiseta con la inscripción: “Yes, I do.” Pero teneis que reconocer que hubiera sido un buen golpe de efecto presentarme vestido así en la biblioteca. Volví a caminar.

En el escaparate de una tienda de aparatos electrónicos sólo uno reclamó mi atención: La Play-station.


Volví con paso rápido ante el terror de que se hubiera marchado.

Allí estaba aún. Con sus manos blancas de uñas cuidadas. Con sus ojos que, recatada, no levantaba de la lectura. Con sus labios, que eran una llamada, aunque no los abriera. Con su pelo, su hombro desnudo, su cuello. En una palabra: todo. Aquella mujer tenía de todo y lo tenía todo. Hasta una inscripción sobre el pecho. De repente, recordé que “play” también se utiliza para “tocar un instrumento”. ¡Qué acordes no habríamos hecho sonar juntos ella y yo!

Entonces sentí curiosidad por lo que leía. Eran unos folios, unos apuntes. Pero a su lado había un libro de educación infantil. Ahora tenía más sentido la palabra de su camiseta, que volvía otra vez a la significación originaria.

Si me decidía a abordarla lo primero que habría que decirle es que de ninguna manera quería, yo, jugar con ella. Que mis intenciones eran completamente serias.

Hice un esfuerzo sobrehumano y lo conseguí. Me centré en la corrección de los exámenes y cuando quise darme cuenta ella se había ido. La tristeza que me envolvió no tiene parangón posible. Maldije el nombre de Antonio Angulo Pachón que era el examen que tenía entre las manos cuando me di cuenta. Sólo un hombre al que le arrancan la vida puede sentir algo igual.

Hace unos días volví por allí y me senté en el mismo sitio. Ni rastro de ella. Enfrente había una chica que sólo me inspiraba un profundo respeto como ser humano. Más allá un joven llevaba una camiseta con otra inscripción: “Fuck you”. Esa tarde, corregí más exámenes.

6 comentarios:

  1. Lo que habéis leído lo escribí hace tiempo, algunos ya lo conocíais. Mi inspiración se está agotando con la relajación del verano y tengo que acudir a cosas del pasado.

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  2. Play with me: es imperativo, Juega conmigo (o toca conmigo o interpreta conmigo). Está bien, así no caen en el olvido estas miniaturas tan gráficas. Quedan inmortalizadas en el ciberdespacio.

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  3. Algún día una jovenzuela te va a hacer caso ¡y te vas a llevar un susto!

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  4. Así que las otras chicas son paja.

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  5. Por favor, entrále a alguna pibita con lo de la ley del hendeberg ese y nos lo cuentas...tómalo como experimento, no como alucinación. Hazlo por tu público, al que tanto debes :P

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  6. markitos markitos, mira que siempre estas iguak eee..jejeje.Soy una alumna tuya y yo tambien tengo esa camiseta..jajaja, menos mal que creo que nunca la he llevado a clase xq a saber lo que pasaria por tu mente..jaja.un beso, eres buenisiimo..jajaja.

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