15 junio, 2007

LA DESNUDEZ COMO CORAZA




“El infierno son los otros”. Decía Sartre. Los otros nos miran, nos juzgan, nos cosifican. Hay un peligro potencial tremendo en los demás.

“El infierno es la ausencia de los otros”. Decía Roger Garaudy. Con mucha menos fortuna a la hora de hacer famosa su frase. Y sin embargo, creo que es tan verdadera como la anterior. Sin los demás no somos nada. Soy persona porque los demás me reconocen como tal. Sólo soy humano frente a otro humano. Un perro, un caballo, un gato no nos hacen humanos. Podrán pedirnos y darnos calor, caricias, atención. Todas esas cosas son imprescindibles pero desde luego no exclusivas del hombre. Sólo otra persona podrá pedirnos razones. Únicamente otro alguien puede juzgarnos como persona y al juzgarnos reconocernos como tal.

Desde mi punto de vista las dos afirmaciones son verdad, ambas son las dos caras de la realidad. Necesitamos de los demás y al tiempo los otros son el mayor peligro para nuestra identidad.

¿A cuento de qué viene todo esto?
En la entrada anterior hacía Ana un comentario que me ha hecho reflexionar.

Decía ella algo así como que para ser yo una persona a la que le importaba tanto el qué dirán se me veía muy desinhibido.

Es verdad que puede parecer paradójico, sin embargo la explicación me parece sencilla.

Una manera de protegerse del peligro de los otros es mostrarles que eres inofensivo.

Si muestras tus armas, si enseñas tus cartas boca arriba, si no escondes nada, si te muestras como eres los demás perderán el miedo que todo ser humano inspira: el temor de que nos pueda dañar. Preferimos a las personas a las que “se ve venir” que a cualquier otra. Sin doblez es difícil que exista maldad porque ésta necesita esconderse para ser verdaderamente eficaz.

Me protejo haciendo ver a los demás que no puedo hacerles nada malo porque en caso de que lo intente ellos se darán cuenta y podrán defenderse.

¿No esta claro que esto es un modo de querer agradar?

Pero algo más. Supongo que hay gente que para gustar se esconde. Disimula su verdadero modo de ser porque teme que éste sea desagradable y suscite la aversión.
Yo me muero por gustar, pero gustar como soy. El que esconde sus defectos es porque no los acepta. Mi manera de aceptarme a mi mismo es conseguir que los demás me conozcan y no me repudien.


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Pipurrax, felicidades. Y cuídate esa cojera.
Por cierto, mañana te copio un fragmento de “ética para jóvenes” en el que nombro un viejo chiste gráfico tuyo de los tiempos de Zamora 82. Aunque no digo tu nombre para no tener que pagar derechos de autor. Quizás no lo recuerdes. O quizás sí.

1 comentario:

  1. ¿Y qué chiste era? La curiosidad me corroe y necesito subir la autoestima.

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