24 abril, 2007


PRIMAVERA Y ALETHEIA.

En griego la palabra que traducimos como “verdad” es aletheia. Que significa en griego: desvelamiento, descubrimiento. Las cosas están presentes, pero ocultas. Si las cosas estuvieran presentes y manifiestas, la inteligencia sería un fiel reflejo de la realidad, pero no es así. De hecho, la presencia de unas oculta otras, por ello es preciso buscar un camino para acercarse a ellas. Heráclito decía que la naturaleza gusta de ocultarse. La verdad es, para los griegos, justamente ese DESCUBRIMIENTO.

Vivimos estos días en Salamanca el momento ALEHEIA. Es un momento duro para los varones. Ignoro como lo viven las mujeres. Me refiero a los primeros días de la primavera, cuando el sol calienta lo bastante como para empezar a quitarse ropa y descubrir todo aquello que ha permanecido oculto durante el invierno.
No es fácil describir lo que se siente pero voy a intentarlo.

Ante las primeras mujeres que muestran sus siluetas ceñidas, sus piernas sin medias y sus brazos desnudos lo primero que aparece en el varón (me refiero, claro, al heterosexual) es la admiración. Una admiración descomunal. Aristóteles decía que este sentimiento es el que nos lleva a filosofar. La filosofía nace, según él, de la maravilla que produce que las cosas sean lo que son. No pudo describir mejor estos primeros días de buen tiempo. Cuando se sale a la calle y uno se topa con un estímulo sexual distinto cada cuatro pasos las ganas de filosofar son tremendas. El sentimiento que embarga al hombre podemos intentar sintetizarlo haciendo alusión a la interjección que éste profiere interiormente y que a veces pasa a susurrar. Se trata de un taco de cinco letras, sinónimo de coito, que se utiliza normalmente sin su valor semántico, aunque en este caso su significado bien pudiera tener que ver con el deseo que se suscita en el que lo dice. Personas más piadosas sustituyen la anterior interjección por la exclamación “¡Dios mío!” que indica que uno se siente sobrecogido ante lo que está viendo y que bendito sea Dios por haber creado algo tan bello y cosas parecidas.

Y tras la admiración nace la pregunta. ¿Cómo es posible que las ropas oscuras del invierno pudieran ocultar tanto? Lo que ahora se ve y se ve espléndido ¿cabe la posibilidad de que estuviera escondido? Parece inexplicable. El volcán interior que entra en erupción es de tal magnitud que quien lo experimenta no entiende que aquello que lo despierta pudiera estar ya ahí previamente y que lo único que ha sucedido es que ha sido “desvelado”. Aletheia.

Dicen los médicos que la piel tiene una función defensiva pues protege lo de dentro de lo de fuera. Será para ellos. La piel de muchas mujeres en primavera, expuesta, sin previo aviso, a los ojos de los hombres, cobra un carácter agresivo, de ataque y se convierte pese a su aparente pasividad en una intromisión ofensiva en las entrañas más intimas de muchos de nosotros.

¿Qué puede uno hacer ante tantos estímulos sexuales de golpe y en los mismos días? La definición que yo les dicto a mis alumnos dice: Estímulo es aquello que hace reaccionar a un organismo. La cosa parece sencilla pero siendo la atención perceptiva limitada ¿cómo reaccionar, ante semejante bombardeo intermitente aquí y allá, una morena ahí y una rubia acullá? ¿Podrá el cerebro atender a tanta información interesante y responder a ella adecuadamente?

El problema se complica aún más dada mi condición de hombre casado. ¿Cuál debe ser mi reacción ante esa salvaje llamada que escucho en tantas mujeres cuyos cuerpos me piden anhelantes que me ocupe de ellos?

1 comentario:

  1. Cual discurso del Rey en Diciembre, cual artículo de Vincent en San Isidro, cada primavera tenemos el tuyo contándonos el subidón de ¿endorfinas? ante los cuerpos serranos y en flor. Nosotras vivimos el descubrimiento pellejil (de piel) obligado por el calor de una manera muy distinta: esas piernas lechosas, esa lorza...aen primavera a veces es muy duro ser muhé.

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